
"En un antiguo y linear pueblo, que aún se ubica preguntando por el nombre de Lumbreras —si ya se pasó Melipilla— y está dentro de Puangue, vivían dos pequeños niños que gastaban la mayor parte de su día en gastarle travesuras a cada integrante de la campesina comunidad. Disfrutaban felices todos los panoramas y cada una de las travesuras que se inventaban en cada cumpleaños, pero lo que sin duda fue el mayor premio alcanzado, se les permitió recién cuando cumplieron los trece. Habían esperado ese noviembre en particular desde que tenían memoria y cuando el gran día llegó, lo celebraron todos los sábados, a las diez de la noche puntual, a la luz de una vela, cuando prendían la radio y se largaba de ella la tétrica carcajada del Siniestro doctor Mortis. Los dos pequeños traviesos nunca se perdieron un programa..."